OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL III

 

       

LA CONFERENCIA DE LAS REPARACIONES*

 

La estabilización capitalista descansa en fór­mulas provisionales. La interinidad de los acuer­dos es su característica dominante. La constitu­ción de los Estados Unidos de Europa sería el medio de organizar a la Europa burguesa en una liga que, resolviendo los conflictos internos de política y la economía europeas, opusiese un com­pacto bloque, de un lado a la influencia ideoló­gica de la U.R.S.S. y de otro a la expansión eco­nómica de Norteamérica. Pero, a cada paso, sur­ge un incidente que descubre la persistencia, — más todavía, la sorda exacerbación—, de los an­tagonismos que alejan o descartan la posibilidad de unificar a la Europa capitalista. Ramsay Mac Donald se cuenta entre los estadistas que prevén que en el decenio próximo se preparará algo así como los Estados Unidos de Europa; pero esto no le impide asumir en la conferencia de las re­paraciones de La Haya una actitud tan estricta­mente ajustada al interés y el sentimiento nacio­nales como la que tomaría, en el mismo caso, Winston Churchill. Las siete potencias interesa­das en la cuestión de las reparaciones y de los créditos de guerra, después de algunos coloquios, pueden entenderse provisoriamente respecto a este problema; pero mucho más difícil es que pacten un plan definitivo, una solución integral. Formular el plan Young, ha sido, por esto, más laborioso y complicado que formular el plan Dawes. Se trata ahora de fijar totalmente las obligaciones de Alemania hasta la extinción de su deuda, la participación de los aliados —o mejor, ex-aliados— en estas cantidades y la vincu­lación entre los pagos alemanes y las deudas in­teraliadas. Y, antes de suscribir un convenio que compromete irremediablemente su política en el porvenir, cada uno de los principales interesa-dos extrema sus precauciones. Como el régimen Dawes debe cesar el 31 de este mes, si el régi­men Young no queda sancionado en La Haya, la conferencia de las reparaciones se verá en el caso de adoptar, mientras se elabora un acuerdo completo, alguna disposición provisoria.

El plan Young, según sus autores, es un todo invisible. Todas sus partes están en relación unas con otras. Tocar el capítulo del pago en especies, por ejemplo, es tocar el monto de la indemniza­ción, y, por consiguiente, la escala de las anua­lidades. Los expertos de Estados Unidos, Ingla­terra, Francia, Italia, Bélgica, el Japón y Alema­nia, no han conseguido montar esta ingeniosa maquinaria sino después de un larguísimo tra­bajo de coordinación de sus engranajes. Si se mueve una sola de sus ruedas, la maquinaria no funcionará: habrá que reconstruirla totalmente.

Los expertos han establecido, en primer tér­mino, un sistema de cierta elasticidad. Distribuir el total de la deuda alemana en un número de años, y señalar la cuota fija de amortización anual, habría sido fácil; pero un sistema de esta rigidez habría reclamado, en conflicto con las circunstancias, constantes revisiones prácticas. El plan de los expertos tenía que considerar la capacidad de pago de Alemania como un factor sujeto a posibles variaciones. Dentro de un programa de regulación definitiva de los pagos y las deudas, necesitaba dejar un margen al juego de las contingencias. El plan Young, objeto actualmente de los reparos de Inglaterra, adopta una escala de amortizaciones que prevé la cancela­ción de la deuda alemana en el plazo de 59 años. Pero divide las anualidades en dos partes: una incondicional y otra dependiente de la capacidad de pago de Alemania. El Reich pagará en divisas extranjeras, en cuotas mensuales, sin ningún derecho de suspensión, 660 millones de marcos al año. Esta suma corresponde a la que el plan Dawes exige obtener de las entradas de los fe­rrocarriles alemanes. Durante diez años, Alema­nia conserva el derecho de efectuar en merca­derías una parte adicional de los pagos, confor­me a una escala que fija esta cuota, para el pri­mer año, en 750 millones de marcos, reducién­dola anualmente en 50 millones, de suerte que la décima anualidad sea sólo de 300 millones. El pago del resto de la anualidad, —que fijada en 1.707,9 millones de marcos oro para el ejercicio 1930-31, sube a 2.428,8 millones para 1965-66—, es diferible si circunstancias especiales lo deman­dan. La apreciación de estas circunstancias queda encargada a un comité consultivo, convocado por el Banco de regléments internacionales que el plan Young propone como organismo es­pecial de recaudación y administración de las reparaciones. Los plazos que, en virtud de este margen, pueden ser concedidos a Alemania tie­nen por objeto protegerla "contra las consecuen­cias posibles de un período de depresión relati­vamente corta que, por razones de orden interno o externo, podría amenazar suficientemente los cambios como para tornar peligrosas las trans­ferencias al exterior". El gobierno alemán, en es-te case, tiene el derecho de suspender estos abo­nos por un plazo máximo de dos años.

Las observaciones de Inglaterra no conciernen a este aspecto del plan Young —las obliga­ciones de Alemania y el método de hacerlas efec­tivas sin daño de la economía alemana en el caso de eventuales crisis— sino a la participación bri­tánica en las anualidades y al mantenimiento por diez años del pago en mercaderías. La industria británica sufre las consecuencias de esta estipulación del plan Dawes que imponen a la Gran Bretaña, en plena crisis industrial por el descen­so de sus exportaciones, absorber anualmente una cantidad de manufacturas alemanas. Snow­den reclama que se asignen a su país 48 millo­nes más de marcos en el reparto de las anuali­dades alemanas. Cualquiera rectificación, en uno y otro aspecto,, importa la revisión total del plan Young. Si se suprime o reduce la cuota en espe­cies, toda la escala de amortización de la deuda alemana tendría que ser reformada. Por consi­guiente, nuevo debate respecto a la capacidad de pago del Reich en los 59 años próximos. Si se acuerdan a Inglaterra los millones suplementa­rios que demanda, ¿a quién o a quiénes se reba­jaría su parte? Francia defiende celosamente su prioridad. Italia piensa que es ya bastante exi­gua su participación.

Inglaterra, en todo caso, no está dispuesta a prestar su asentimiento a ninguna fórmula que perjudique sus intereses, visiblemente distintos de los de Francia, Alemania y Estados Unidos. Hasta hace pocos años, las mayores dificultades para el arreglo de la cuestión de las reparacio­nes parecían provenir del conflicto entre los in­tereses alemanes y franceses. Ahora resulta evi­dente que la oposición entre los intereses alema­nes y británicos es todavía mayor. Alemania no puede prosperar y restaurarse industrialmente sino a expensas, en cierto grado, de la recons­trucción británica. Y no se hable del conflicto todavía más profundo e irreducible que se ma­nifiesta entre los intereses de la Gran Bretaña y Estados Unidos. La conferencia de reparaciones de La Haya ha venido a revelar la fatalidad y crecimiento de estas contradicciones, en instantes que preferirían quizá transcurrir bajo el sig­no del espíritu de Locarno, mientras la amena­za guerrera reaparece en Oriente.

 

 


 

NOTA:

 

* Publicado en Variedades, Lima, 21 de Agosto de 1929.